¿Cómo afecta a nuestra salud y qué podemos hacer como ciudadanos?
En distintas comunidades de la República Dominicana, la acumulación de basura y los problemas relacionados con el alcantarillado y el saneamiento básico son parte del día a día. Aunque muchas veces se percibe como una cuestión ambiental o de limpieza urbana, en realidad se trata de un problema de salud pública que merece atención y acción colectiva.
La basura no recogida: más que un asunto visual
Cuando los residuos se acumulan en las calles, aceras, esquinas o solares baldíos, se crea un entorno propicio para la proliferación de moscas, ratas, cucarachas y mosquitos, vectores de enfermedades como:
- Dengue y chikungunya
- Leptospirosis
- Infecciones gastrointestinales
- Afecciones respiratorias y de la piel
Además, la quema de basura —una práctica común en algunas zonas— libera sustancias tóxicas en el aire, afectando los pulmones, especialmente de niños, adultos mayores y personas con condiciones respiratorias crónicas.
Alcantarillado deficiente: riesgo oculto
El acceso limitado a un sistema de alcantarillado funcional y al tratamiento adecuado de aguas residuales también incrementa los riesgos. Durante lluvias fuertes, las calles se inundan de aguas contaminadas, mezcladas con desechos y bacterias, lo que facilita brotes de enfermedades como el cólera, infecciones cutáneas y diarreas agudas.
El impacto en la calidad de vida
Más allá de las enfermedades físicas, vivir en un entorno insalubre tiene efectos sobre el bienestar emocional. Espacios sucios o contaminados pueden generar estrés, ansiedad y sensación de abandono comunitario, afectando la autoestima colectiva y el sentido de pertenencia.
¿Qué podemos hacer como ciudadanos?
Aunque parte de la solución depende de las autoridades locales y del fortalecimiento de los servicios públicos, los ciudadanos también tenemos un rol clave en la construcción de comunidades más limpias y saludables. A continuación, algunas acciones concretas:
1. Manejo responsable de los residuos
- Clasificar la basura en orgánica, reciclable y no reciclable.
- Evitar lanzar desechos en las calles, ríos o espacios públicos.
- Denunciar vertederos improvisados o acumulaciones de basura en lugares inadecuados.
2. Participación comunitaria
- Organizar o participar en jornadas de limpieza barrial.
- Integrarse a juntas de vecinos o colectivos ambientales que promuevan la higiene y el orden urbano.
- Fomentar la educación ambiental desde casa y en los centros educativos.
3. Cuidado del entorno inmediato
- Mantener limpias las aceras, patios y frentes de las viviendas.
- Tapar los tanques de agua y eliminar criaderos de mosquitos.
- No quemar basura ni dejar objetos que puedan acumular agua de lluvia.
4. Exigir soluciones a las autoridades
- Solicitar rutas estables y eficientes de recogida de basura.
- Promover mejoras en el sistema de drenaje pluvial y sanitario.
- Apoyar campañas de concientización y programas de reciclaje comunitario.
Alternativas para un cambio sostenible
Además del compromiso ciudadano, es fundamental fomentar políticas públicas y alianzas con el sector privado que impulsen:
- Educación ambiental continua en las escuelas y medios.
- Inversión en plantas de tratamiento de residuos y aguas.
- Programas de reciclaje y compostaje comunitario.
- Innovación en modelos de gestión de residuos, con participación social.
Conclusión
La insalubridad y la mala gestión de la basura no solo afectan la imagen de nuestras ciudades, sino que ponen en riesgo la salud y el bienestar de todos. Frente a este desafío, la participación activa de los ciudadanos puede marcar una gran diferencia. Con pequeñas acciones desde nuestros hogares, y con un enfoque comunitario, podemos avanzar hacia comunidades más limpias, seguras y saludables.