Una capital que entrena sin descanso
Santo Domingo vive una transformación a simple vista.
En cada avenida, plaza o esquina, hay un nuevo gimnasio, estudio de crossfit o centro de pilates. Las redes sociales están inundadas de videos de entrenamientos, batidos verdes y fotos frente al espejo. Pero tras ese entusiasmo por el ejercicio, surge una pregunta inevitable:
¿Es este boom una señal de conciencia saludable o simplemente una moda pasajera dictada por las redes sociales?
Según estimaciones del sector fitness, el número de gimnasios en República Dominicana ha crecido más del 60% en los últimos cinco años, impulsado principalmente por jóvenes adultos. Es un fenómeno cultural que, aunque positivo en apariencia, esconde un dilema profundo entre bienestar real y presión estética.
El culto al cuerpo perfecto
El fitness nació como una herramienta para mejorar la salud, combatir el sedentarismo y reducir el estrés. Sin embargo, en la práctica, muchos dominicanos se acercan al gimnasio motivados más por la estética que por la salud.
En Santo Domingo, donde la imagen personal tiene un peso social fuerte, el gimnasio se ha convertido en una vitrina: un espacio para mostrar disciplina, estilo de vida y estatus. Las redes sociales refuerzan esa idea. Basta con abrir Instagram para ver a decenas de influencers compartiendo sus rutinas, su dieta y su “transformación”.
Pero aquí está el punto clave: la mayoría de esos referentes no representan la realidad de la gente común.
Muchos de ellos viven literalmente de su cuerpo. Pasan horas entrenando, cuentan con nutricionistas, patrocinadores, suplementos y descansan lo suficiente para lograr esos resultados.
Esa vida no se parece en nada a la de un dominicano promedio, que debe trabajar, cuidar de su familia, lidiar con el tráfico, el estrés y las responsabilidades diarias.
Por eso, aunque sus cuerpos parezcan ideales, no son ejemplos realistas ni saludables para quienes buscan equilibrio. Entrenar tres o cuatro horas al día, controlar cada caloría y vivir pendiente del espejo puede ser tan dañino como el sedentarismo.
El fitness extremo se convierte, en muchos casos, en una nueva forma de obsesión, disfrazada de disciplina.
El negocio del fitness y la moda del “fit lifestyle”
El auge de los gimnasios también ha impulsado una industria multimillonaria.
Marcas de ropa deportiva, suplementos, entrenadores personales, restaurantes “healthy” y centros de estética se benefician del deseo de “verse bien”.
Sin embargo, este mercado crece mucho más rápido que la educación sobre lo que significa realmente estar saludable.
Algunos centros operan sin personal certificado o sin asesoría médica, lo que puede derivar en lesiones, deshidratación o desórdenes alimenticios.
El fitness se vuelve entonces una tendencia comercial más, donde lo que importa no es la salud del cliente, sino su permanencia en el gimnasio y su presencia en las redes.
Los beneficios reales del ejercicio
No todo es superficial.
El movimiento fitness también ha traído beneficios indiscutibles. Cada vez más dominicanos caminan, controlan lo que comen y buscan alternativas para manejar el estrés.
El ejercicio regular mejora el sistema cardiovascular, la salud mental y la autoestima. Además, crea comunidad y motiva a muchas personas a dejar atrás hábitos dañinos como el tabaquismo, el alcohol o la comida chatarra.
El desafío está en equilibrar la motivación estética con el bienestar integral, entendiendo que la verdadera salud no se mide por el tamaño del abdomen, sino por la energía, la fortaleza y la paz interior.
La presión invisible del “verse bien”
Las redes sociales pueden ser motor o enemigo.
La constante comparación visual genera frustración y ansiedad. Muchos sienten que, si no suben una foto en el gimnasio, no están progresando. Otros abandonan al no ver resultados rápidos, sin entender que los cuerpos reales necesitan tiempo, descanso y constancia.
El problema no es el gimnasio, sino la mentalidad con la que se asiste.
Entrenar para vivir mejor no es lo mismo que entrenar para demostrar algo.
El futuro del fitness dominicano
El boom del fitness puede ser una oportunidad histórica para cambiar la salud pública dominicana, si se enfoca en educación, prevención y balance emocional.
El cuerpo no es una marca ni una competencia. Es un templo que necesita tanto movimiento como descanso, tanto disciplina como amor propio.
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¿Estamos construyendo una cultura fitness en República Dominicana o solo persiguiendo una moda pasajera dictada por las redes?
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